jueves, 8 de septiembre de 2011

Recobrar la color.

Lo peor de las campañas electorales no es el fragor con que corren las mentiras por todos lados, ni ver en qué bajo concepto tienen a sus electores quienes esperan gobernarles: esos números circenses que organizan, en los que si enseñan un león se ve que es perro disfrazado, y si es un payaso, es de los chocarreros y zafios. Y eso, además, no porque ellos disfruten, ni les gusten aquellas cosas, sino porque piensan que sus votantes entienden mejor esos mensajes.
Lo peor, como antes decía, son esos carteles de los que quedan sembradas viejas puertas y paredes al final de las campañas con las caras de los candidatos, y a los que la luz del sol, gran justiciera, va poco a poco calcinando.
Resulta tan llamativo este efecto, que no se sabe si irá incluido en el diseño fotográfico. Y es que, mientras todos los colores, rojos, verdes, amarillos, van desapareciendo devorados por la luz, sólo queda en aquellos rostros una palidez mortal y un azulear difuso de cadáveres que esperasen bajo el foco la llegada del forense. Tal y como se ven en la televisión en esas series sobre autopsias que ahora tanto proliferan. O como si fuesen anuncios de la campaña antitabaco.
Quizá no sean nada más que eso, campañas subliminales en estos tiempos de crisis, en las que nos estén diciendo: "no les votéis, daos cuenta cómo se descomponen", o, siendo un poco más sutiles, quizá lo que digan sea: "no os presentéis, mirad lo que os ocurriría". Difícil, no obstante, saber siempre cuáles son los mensajes subliminales.
Afortunadamente llega septiembre, días festivos en estos territorios y, no todo iba a ser malo, por un lado todas aquellas caras que los candidatos dejaron repartidas por los pueblos (con notable impudicia y no poca desconsideración pública) quedan sepultadas debajo de carteles de toros y anuncios de discotecas, y por el otro, estos que creíamos cenicientos y medio amortajados, nuestros ediles, nos los traen a nuestras casas, muy bien retratados, en el programa de fiestas, en magnífico papel, orondos, satisfechos, reverdecidos, en definitiva, como ellos son: " magnificentes".
Y el gran descanso que da afrontar unas fiestas sabiendo que nuestros elegidos no estaban muertos, que estaban tomando cañas.

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