viernes, 23 de septiembre de 2011

Labor de camuflaje.

Las manos de esos artistas sofisticados con todas las uñas pintadas de negro, lacadas y relucientes, nos hacen recordar aquellos otros tiempos en que las herramientas poseían suficiente entidad y corpórea presencia para que, en pleno proceso creativo, un descuido, un golpe desviado, un martillazo torcido, le dejase al artista la uña ennegrecida y el artejo dolorido.
Y para llevar la divagación un poco más allá, y hacernos de paso la ilusión de que aquel dolor les serviría de algo a los artistas de antaño, aparte de adquirir un manejo mejor del martillo, me gustaría pensar que todos los golpes malos se los llevarían ellos en las uñas. Y que al ser de verdad los golpes también sería más claro el empeño. De esos otros artistas de uñas barnizadas tal vez puedan decir algo más los peluqueros.

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