viernes, 16 de febrero de 2018

Amor y ceniza.

Ayer vi en la agenda que coincidían en un mismo día las celebraciones de San Valentín y miércoles de ceniza.
Durante el día en la radio, en las diferentes emisoras que fui oyendo a ratos, oí hablar del amor, los enamorados, y los regalos que esta fiesta, creada para que la rueda del comercio no pare, hace segregar a los que se consideran afectados por la enfermedad.
Pude comprobar que la fiesta de la ceniza, ha quedado borrada del mapa por esta otra liturgia de robaperas que inventaron los almacenistas.
Tengo buen recuerdo de los miércoles de ceniza. Aquel montoncito de ceniza que nos colocaban sobre el tupé tenía para mí el prestigio de un ritual indio, de los indios de las películas, sioux, apaches, cheyenes.
También de pequeño me tragué toneladas de publicidad sobre la medalla del amor: Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana. Animado por esta puerilidad, me he puesto a pensar como un publicista reivindicativo, o un jefe de compras de unos grandes almacenes, en un medallón del amor inclusivo, integrador, donde se recordase también el miércoles de ceniza. Una inscripción híbrida que pudiese grabarse sin desdoro en los clásicos regalos que suelen hacerse los flechados por Cupido: la medalla, el corazoncito con cadena, la esclava serigrafiada.
La primera síntesis de este combinado Valentín/Ceniźa, decía: "el vivo al bollo y el muerto al hoyo". Una leyenda un poco floja por demasiado evidente.
La segunda en un primer momento me pareció algo más afinada. Consistía en añadir la frase sacramental del momento de la imposición de la ceniza a la bisutería. Polvo eres y en polvo te convertiras. El doble juego del polvo.
Ya estaba riéndome maliciosamente, imaginando la cara del amado/amada al recibir este recuerdo de su imantación sentimental, cuando me di cuenta de que la mercancía sólo tendría éxito como artículo de broma. Hay un punto de vanidosa superstición en los enamorados a los que ofendería la consideración puramente material de sus personas.
Menos mal que ha venido Quevedo al rescate con su: polvo serán, mas polvo enamorado.
He mirado al techo lanzando un ¡uff! Estaba muy metido en mi papel de publicista o jefe de compras. Esta frase en el reverso de la medalla mejoraría el producto. Dicho en lenguaje comercial, al añadir los sobados versos de Quevedo, este artículo habría ganado cuota de mercado. Y yo, claro está, reputación y porvenir en en el cargo.