lunes, 13 de junio de 2022

Ola de calor.


La ola de calor me ha revelado el símbolo apropiado para lo masculino en esta época confusa.
No hubiera encontrado este símbolo, ni acaso habría sido consciente de que había otro viejo símbolo obsoleto, por demasiado osado, para la actual circunstancia psíquica del varón, si no hubiera tenido que comprar un coche de segunda mano. Así de poco heroicas suelen ser estas cosas.
Pero hablemos un poco del coche antes de revelar el hallazgo. Tenía pocas referencias del coche que iba a comprar. Sabía que era un Volvo, pero ni siquiera conocía el modelo. Miré en Internet  las características del vehículo después de identificarlo por la fotografía. Al contrario de lo que les ocurre a los expertos, tan abundantes en el mundillo de la automoción, saqué poco en claro de la lectura de aquellos datos. Me dan envidia los expertos, tan numerosos en el sector de la automoción, capaces de imaginar las partes íntimas de la máquina a través de conceptos y números. Aunque también digo que si hubiera sabido interpretar los datos tal vez me hubiera quedado en eso y no hubiera atendido a las informaciones más superficiales que me condujeron al sustancioso hallazgo que según mis cálculos podría reconducir (seamos modestos) los destinos de la humanidad.
En aquella página de Internet, como información añadida meramente anecdótica contaban algunas curiosidades sobre la historia de la marca. Contaban que el nombre venía del latín, del verbo “volvo”, que significa rodar. De manera que, debidamente traducido y conjugado, el nombre de estos coches sería “yo ruedo” o, simplificando, “ruedo”. Era un nombre excelente para un coche. Más que un nombre una actitud vital, una personalidad bien resumida, mitad voluntarioso empeño de seguir adelante: ruedo, ruedo, ruedo; y otra mitad nostálgico designio, como el de la tantas veces cantada piedra en el camino, cuyo destino era rodar, rodar y rodar.
También hablaban del logo de la marca. Los fundadores de la empresa, un tal Larson y un tal Gabrielsoon, debieron ser tipos de una pieza, gente concienzuda, y buscaron un emblema que representase la solidez. Lo encontraron en el símbolo del hierro, un círculo con una flechita en diagonal. Este era también, en tiempos de los romanos, el símbolo de Marte, Dios de la guerra, y, viniendo a lo presente, ay, el símbolo que representa el sexo masculino. Parece que por este motivo algunas asociaciones feministas hicieron manifiestos acusando a la marca de machismo. Corren malos tiempos para la lírica.
En el sitio donde leí estos datos decían que, a pesar de las protestas feministas, la marca no había modificado su emblema. Pero si se realiza un examen de la evolución del logo se puede observar que la flecha se ha ido acortando con los años. Tanto da que se aleguen razones estéticas para el encogimiento.
 Desde que leí aquello, hace ya más de tres años, me quedó la vaga sospecha de que el viejo símbolo del hierro, por mucho que le acortásemos la flecha, no representaba al nuevo tipo de varón dubitante y aturullado que va configurándose  a resultas de las cortapisas, censuras y sospechas que el feminismo más furibundo le va echando encima.
Percibí de inmediato el desajuste. De un lado las falanges femeninas bien pertrechadas de símbolos, consignas, manifiestos y banderas y de otro el varón reducido a la insignificancia y a la inexpresividad bajo sospecha de machismo, 
La percepción de un desajuste de este tipo hace que queramos encontrar algo sin ser muy conscientes de que lo estamos buscando. El animal humano tiene estas habilidades inasequibles a la máquina mas dotada. Encontrar sin saber siquiera que uno busca algo. Esa vendría a ser la definición de hallazgo. Y, como bien sabemos todos, el hallazgo esta regido por la suerte, la casualidad, la chamba.
Y no otra cosa que la suerte ha sido la que ha querido que hoy yo encontrase el simbolito que de ahora en adelante podría servir de bandera a la causa masculina. Miraba el "tiempo" en el teléfono. Iba a ver los grados que alcanzaríamos en nuestra sesión diaria de horneado, cuando he visto en la parte baja de la columna el aviso por “ola de calor”.  El dibujo que utilizan para esta alerta parece la caricatura de un termómetro asustado, pero es talmente el ideograma de un pequeño falo estupefacto. Un falo desbordado por su circunstancia, incrédulo y completamente ruborizado.
Un sector de la sociedad representado por emblemas desajustados se convierte en inoperante para reclamar derechos, hacer proclamas y reivindicar que, al menos, nos tapen los ojos en el paredón, ya que ese es el lugar en que, acaso por carecer de un simbolo ahormador, nos ha colocado la ley.
Ea, pues, amilanados compañeros, ya no serán ellas las únicas inquilinas de las barricadas. Desde ahora, cuando las mujeres, rebosando desacomplejada certidumbre y autoestima, tomen las calles haciendo con las manos levantadas la figura del triangulo, que representa su campanuda vulva, podrán ver a los hasta ahora desperdigados varones unirse llevando al frente en una cartela este dibujito irrisorio. Y, por lo que hace al gesto, a la figura que habremos de componer con las manos, para estar a la altura que exigen estos ritos, creo podría servirnos  la típica señal de la peineta, solo que para quitarle agresividad, prepotencia o cualquier sesgo insultante, en el enarbolado dedo corazón llevaríamos pinchada una nariz de payaso.