jueves, 8 de junio de 2023

Residuo y forma. (Legado Belmontino)


(20120803)Decía mi amigo Belmonte, tallista aficionado y reconocido aforista, que él barría su taller muy de tarde en tarde, no porque como pensábamos algunos de sus allegados fuese alérgico a la escoba y al orden en general, sino porque cuando la gente miraba sus obras, (así llamaba él, iluso creador, incluso a las cucharas de palo que tallaba o a unas tablillas con esbozos muy rudimentarios), unos admiraban los trazos de la figura y otros quedaban extasiados ante la cantidad de viruta producida. Y, humorísticamente, añadía: “hay que reconocer que las virutas son una expresión abierta de la obra, la parte de la obra con más posibilidades de interpretación, mientras que la figura ofrece su faceta más castrante, imponiéndonos represoramente la voluntad del artista”. Estos tiempos nuestros, le parecía a él, estimaban más la viruta que la figura. Pero ante la duda de qué parte convendría desechar para estar a la altura del gusto imperante, él había optado por una estrategia reconciliadora. Metía en una bolsa de plástico negro la forma y el residuo, y así acostumbraba a entregar sus obras. Si el comprador era un espíritu libre y componedor podía exhibir la viruta, si era más tolerante con las iniciativas del autor podía presentar la figura. Aunque Belmonte aconsejaba, sarcásticamente, presentar la obra  compuesta por los dos elementos, es decir, plantar la figura y derramar la viruta alrededor, a imitación de lo que hace la naturaleza cada primavera con la caída de los pétalos alrededor del árbol, o con la hoja en el otoño. Esta guasa y largueza acabó por jugarle una mala pasada. En la única exposición que participó en su vida, una exposición local  promovida por la mujer de un alcalde con inclinaciones artísticas, el empleado público al que encomendaron la misión de repartir las obras por el habitáculo que servía de sala de exposiciones, al cual habían aleccionado para que fuese especialmente respetuoso con el material aportado por los artistas, se atuvo tan estrictamente al mandato que dejó la bolsa sin abrir sobre el soporte que le habian asignado. Impresionaba el nombre de la talla clavado en la pared junto a la bolsa: "Sansón vence a los filisteos". Todo el mundo se dió por aludido. 



Yo soy aforista rural, decía mi amigo Belmonte, porque mi intelecto no da para otra cosa, cuando echo a rodar una frase, imagino que es un asno al que conduzco por un camino, si le aguijo y acelera el paso, eso es sólo una idea. Si me da una coz, eso es un aforismo