“Ni yo tengo ninguna
razón para escribir(te), ni tu para leer(me)”.
He encontrado esta frase entre mis papeles y ahora no sé de
dónde la he sacado. Por las trazas debe de proceder de alguna carta de amor
encontrada en alguna biografía de las recientemente leídas. Y, por lo que
trasluce la frase, da la impresión de que a esos enamorados no les iban muy
bien las cosas. Se puede entender incluso que han llegado a un callejón sin
salida, a un punto de no retorno.
Sin embargo yo no la tengo anotada por ningún interés
sentimental, sino porque la frase define perfectamente el punto de partida, el convencimiento
al que he de llegar para poder aventurarme a escribir alguna cosa. Saber que en
la estación a la que arribo no hay nadie esperando, y que mi viaje carece por
completo de objetivo.