Once de Abril. Jueves. A las nueve de la mañana, el sentido
del deber me saca de la habitación a empujones. De todas formas llevaba un buen
rato con la cabeza en otro sitio. Así que, más vale que lleve el cuerpo también
allí.
Voy pendiente del aire. La actividad del día tomará una u
otra deriva dependiendo de este elemento. Mientras he sacado el coche no lo he
percibido. Dentro del coche aún menos. Eso hace que al pasar delante de uno de
los puestos del mercadillo, repare en la agitación y revuelo de una colección
de camisas que cuelgan en uno de los puestos. Lo primero que me ha llamado la
atención ha sido el movimiento, luego no he podido resistirme ante la sugestiva
imagen del muestrario. He echado mano a la cámara y lo he grabado. Los
violentos colores y el estampado africano de las camisas me han dejado
derretido. Por el modo de ondear parecían
estar reclamando un cuerpo que cubrir. Un poco de compañía. A unas prendas tan
exultantes les iba mal la soledad de la percha. Estas curiosas camisas son muy
apreciadas por un determinado género de mujeres gordas. Esas gordas vitales,
expresivas, desinhibidas y tan risueñas como un campo de amapolas. Unos seres
de apariencia feliz que todavía lo parecen más cuando lucen estos colores
estampados que son en sí mismos una proclamación de la más ingenua alegría.
La imagen, lo digo sin ironía ninguna, desde el primer
momento me ha subyugado. Cuando reviso el video, lamentablemente corto,
lamentablemente movido, sólo lamento no haber dejado que la cantata de Bach que
en ese momento emitían en radio clásica se enredase un poco más entre el tejido pintarrajeado de
aquellas camisas que el aire movía con tanta ligereza.
CODA:
Trasladado esto a la pantalla, me ha dado por
curiosear un poco. Es lo que tienen los putos ordenadores. La cantata de Bach
BWV 208 se titula en castellano: “Lo que me place es sólo la alegre caza”, y se
compuso como felicitación de cumpleaños para el príncipe Cristian de Sajonia. Se
le da, como es lógico, bastante coba a este príncipe. Los fragmentos de las arias
12 y 13 que se oyen en el video, dicen cosas como esta: “Deleitadnos a ambos,
rayos de la alegría, adornad con diamantes los cielos, ¡y que el príncipe
Cristian se deleite, libre de penas sobre amables rosas!”, y esto otro: “mientras
la ovejas ricas en lana en estos loados campos sean alegremente conducidas
¡viva el príncipe de Sajonia!”. Como ya he explicado, de todo esto yo no sabía
nada cuando me he detenido delante del muestrario, ni cuando he redactado el
apunte. Pero ahora pienso que tal vez haya sido la música la que ha hecho que
me quede plantado delante de aquellas prendas como un perro de presa. La música
de esta cantata de Bach reflejaba perfectamente el espíritu del muestrario. Yo
sólo habría servido de hilo conductor entre ambos. El coro final de la cantata
dice: “Amables visiones, horas felices, que la dicha eternamente os acompañe
¡que el cielo os corone con el más dulce regocijo!”. Para ponerle la guinda al
pastel, he buscado una imagen de este Cristian de Sajonia y no la he
encontrado. Lástima. Me hubiera gustado encontrarme con un gordo jocoso, abundante,
alguien, en definitiva, que al pasear por este mercadillo no hubiera tenido más
remedio que “deleitarse libre de penas sobre las amables rosas”, es decir,
comprarse una de estas fabulosas camisas.