viernes, 12 de agosto de 2011

Primeros pasos por la nube incongruente.










(Nota del 14 julio 2010). Tonteo mucho con el ordenador. No hace dos meses que lo tengo y ya me tiene cogido por las orejas. Las cuatro tardes que he subido a esta habitación me las ha ocupado él, como a cualquier bobo. Surge una curiosidad, levantas la tapa y ya no lo cierras, porque él está entrenado para llevarte de un sitio a otro. Esta embriaguez de mariposa es fácil frente a la pantalla iluminada. El pensamiento es algo muy voluble y, en mi caso, la incapacidad para renunciar a los estímulos y señuelos que lo interrumpen es casi patológica. No acabamos de apuntar a una pieza cuando otra se atraviesa en nuestro punto de mira. He oído decir que el curiosísimo rayado de la piel de las cebras ejerce en sus depredadores un semejante efecto de confusión. Se diría que uno caza cuando es capaz de mantener fija la atención sobre un solo elemento. "Cuanto menos piensa uno, --decía A. Schopenhauer-- tanto más lo curiosea todo: el mirar sustituye al pensar".Yo, aún sin internet, he sido proclive a disgregarme. Siempre he achacado esta incapacidad mía al hecho de poseer una desbordante imaginación.
¡Ah, la vanidad humana, siempre con sus indultos e indignas coartadas! Imaginemos a un cojo que alegase que lo es por tener una pierna demasiado larga.

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