jueves, 11 de agosto de 2011

Aceleradores de la realidad.

(Nota del 3 de agosto). La mañana transcurría como cualquier otra, el cielo rabiosamente azul y la calmaza del día haciéndose presente.
Mi vecino ha sacado a la puerta de la casa su silla de hacer preguntas o, en su defecto, observaciones. No eran todavía las once de la mañana. El método seguido es un clásico en cualquier laboratorio. Se crea un reactivo y se le va aplicando a distintos cultivos. La pregunta o la observación nunca es muy comprometida, de manera que el cultivo no experimente reacciones exógenas. Suelen basarse en asuntos muy triviales. Hoy era la climatología, pero relacionándola con un uso muy antiguo: la trilla.
Las fórmulas empleadas eran más o menos estas:
–¿Tú crees que todavía trillaríamos? ¿Quebraría bien la paja?
O bien:
–Buen tiempo para trillar.
A veces estas cuestiones sorprenden a los viandantes. Pero, como este es un pueblo no muy grande, a la gente le gusta quedar bien y siempre contesta algo. Lo que no es fácil.
Para mi vecino esto debe de ser como tomarle el pulso a la pequeña actividad cotidiana. La gente pasa a hacer sus cosas, como va la sangre por las venas, y él comprueba que no hay arritmias, sino un fluir lento, monótono, acompasado.
Sin embargo, a mi vecina M., no le gusta este relativismo, esta morosidad, este abatimiento del pulso, ella prefiere que la vida tenga un ritmo un poco más vivo.
Cuando más se nota esto es, precisamente, en estas matinés en que mi vecino G. saca a la puerta su silla de hacer preguntas, esas preguntas adormecedoras.
Y si es ella, mi vecina, la que pasa por delante, contesta algo, pero con la nariz tapada.
Hoy los hechos se le han presentado a M. con todo el viento en popa para desbaratar la estrategia de mi vecino G.
A lo de la trilla ha contestado con un desabrido:
–Si es por calor, desde luego.
Y ha coronado la cuesta arriba hacia su casa. Pero ha tenido un encuentro fortuito en la calle. Alguien le ha contado algo y, con las mismas que ha ido, ha vuelto.
–Si es por trillar, yo, por mi mala cabeza, sí que trillo. Las pataditas que daré al cabo del día.
Mi vecino ha hecho un gesto magnánimo. Le gusta comprender a todo el mundo.
–Eso se ha dicho siempre. El que no tiene cabeza tiene que tener pies.
M. ha cogido un poquito de distancia y, como haciéndose de nuevas, medio girándose, le ha dicho:
–¿Te has enterado de lo del accidente?
G. no sabía nada del accidente, pero sí que había oído esta mañana unas sirenas.
-Cinco han caído… ahí, en esas curvas de la carretera de Navahermosa.
Mi vecino G. ha querido saber en qué curva, cosa que a M. le ha sacado un poco de quicio.
–¿Entonces, cinco?
–Cinco –ha dicho mi vecina–. Ha sido miedoso…… creo que estaban los cuerpos por un lado y las cabezas por otro.
La imagen era como un cartucho de dinamita que le hubiese estallado a mi vecino G. bajo los pies. Y, claro, se le ha venido abajo aquella construcción suya de armonía y apaciguamiento. El reactivo ha sido tan poderoso que le ha infectado la sangre de taquicardias galopantes.
A partir de ese momento se ha convertido en un activista involuntario de la causa de M.
–¿Te has enterado del accidente?– Preguntaba a todo el que pasaba.
La gente no sabía nada. Entonces él, sin poder librarse de la imagen, la soltaba: "los cuerpos por un lado y las cabezas por otro". Se ha divertido de lo lindo viendo los efectos demoledores del petardo.
Hasta que quienes pasaban han empezado a saber algo y a informarle a él. Parece ser que el accidente había sido en la carretera de Santana, y habría habido un muerto. Sin decapitación.
Cuando ha regresado M. de sus itinerarios, mi vecino G., irónico, recuperado ya del estropicio, le ha dicho:
–¿Qué, has trillado mucho?
Ella, por toda respuesta,ha dado un suspiro, casi melancólico.
Mi vecino entonces ha remachado:
-Pues yo si, yo he hecho una buena parva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario