lunes, 7 de noviembre de 2011

Calentando motores.

(Nota del uno de Noviembre). Se ha acabado el puente, soy testigo de ello en primera linea. No tengo vecinos los días corrientes y en estos días festivos esta barriada se vuelve muy populosa. Asisto admirado a la facilidad que tienen para intercambiar sus vivencias. Conversaciones muy flojas, sin chispa, mortecinas, excepto cuando narran sus viajes de ida y vuelta. Ahí es donde se ve que son gente de largo alcance. Vienen contando cómo han escapado de las caravanas, han sido listos, calcularon con destreza cuándo iban a tener expedito el camino. Pero eso no es nada comparado con el modo en que programan la hora de su marcha. Se les ve hablar con aire de conspiradores, juntando un poco los rostros y ladeando la boca para que nadie oiga sus confidencias. La palabra psicología abunda en sus conversaciones. Al pronunciarla se estiran con un dedo del párpado de abajo. Todos tienen la misma estrategia, hacer lo contrario que los otros. Salir de aquí en el justo momento en que no se vaya nadie. Por momentos incluso puede parecer que sólo han venido a eso, a irse sin que nadie les moleste. Debe de ser que este puente de Todos los Santos intensifica estas manías fugitivas. Hasta tal punto ha predominado esta obsesión que algunos se han tirado desde lo alto del puente, quiero decir, y ustedes perdonen si les ha hecho efecto esa imagen, que se han ido antes de acabarlo. Si bien, y ustedes perdonen nuevamente, ahora por la greguería, el puente de Todos los Santos no acaba, fallece. 

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