lunes, 5 de diciembre de 2011

¡Qué verde será mi valle!

He echado cuentas con los dedos de la mano y hará de esto ya como treinta años. Entré en el supermercado que aquí llamaban "el comercio de los tontos", en referencia a quienes habían regentado anteriormente ese local cuando era comercio de telas, y con toda la seriedad, un poco impostada, del que teme ser engañado, pregunté:
–¿Están sandías las maduras?
Entonces Tereso, el dueño de la tienda, fingiendo también que era el mismísimo Salomón a punto de dictar sentencia, contestó: 
–Aquí las sandías están sandías y las maduras están maduras.
No sé si con lo de maduras se referiría a su hermana M, de madurez contrastada y allí presente, ya que Tereso era un insinuador nato.
He tenido que echar mano de ese lapsus inocente para quitarle hierro al patinazo de hoy, que no por estar entre conocidos ha sido menos bochornoso.
Cuando quería decir, para justificar lo mucho que ensucian las estufas, que en cuanto echabas tres palos se llenaba todo de polvo, he dicho, sin poder acabar la frase:
–En cuanto echas tres polvos se llena todo de palos.
No sé a qué sátiro irredento le habrán encargado hacer las desconexiones para mi Alzheimer, pero si sigo por este camino me moriré antes de la vergüenza.

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