miércoles, 21 de diciembre de 2011

No hagan caso.

Han colocado estos carteles a la entrada del pueblo. Fíjense lo que nos recomiendan nuestras autoridades. Han arruinado al país con sus competiciones de pijos. "Mira que orquesta traigo, es de marca". "Pues nosotros hemos ido a Corfú, la corporación al completo, para ver cómo recogen allí las basuras". "Nosotros tenemos cinco rotondas con arte contemporáneo resistente a exteriores". "Nosotros hemos levantado cuatro veces el pavimento de la misma calle, no nos quedaba bien, al final hemos optado por el adoquín y el granito y la hemos hecho peatonal, para que luzca, necesitábamos una calle peatonal como el morir". Estas, poco más o menos, eran las conversaciones entre alcaldes, a la hora del cóctel, pues ellos no han creído nunca que no tendrían ni para nóminas. Como pijos consolidados creían que sus papás, viéndoles en las últimas, aflojarían la cartera. Un pijo sin recursos, un pijo de casa pobre, es por definición un defenestrador, un creador de pobreza. No siendo lo peor la pobreza misma, aquí no se ha podido vivir nunca de otra manera más que pobremente, por mera adaptación al medio, durante siglos; sino toda esa pijería de nuevos ricos que han infiltrado en el respetable, que ahora cree que vivir con poco es como tener la lepra. Cuando los pueblos pobres no han vivido jamás de ir de compras y deshacer envoltorios, sino de su ingenio. Algo que, a poco que mire uno a su alrededor, encuentra a toneladas. Un ejemplo, mientras calentaba el café, entrevistaban en la radio a un entrenador de segunda división que había sufrido en el último partido una tremenda goleada, su comentario a la derrota ha sido: "nos hicieron entrenar el saque de centro".
No creo, desde luego, que esos indicadores hayan sido puestos ahí de manera intencionada, ni siquiera de manera subconsciente, nuestras autoridades gastan otro estilo, hubieran puesto un poco de césped y alguna otra jaculatoria anodina como "capital del aceite". Los ha traído la casualidad para causar la risa, el disolvente perfecto contra los prohombres que creen tener dotes de mando. La risa que causan es la mejor prueba de que nos queda algo del pobre que fuimos. Una garantía de que, aún después de la estafa, sobreviviremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario