martes, 20 de noviembre de 2012

Grullas peregrinas.

 (Nota del 5 de Noviembre). Pasan las grullas. Haría frío donde estuviesen pastando y vienen a nuestro invierno. ¡Qué animales misteriosos! Los japoneses tienen muchos y hermosos dibujos de ellas. Deben de considerarlas animales sagrados. O quizá sólo las consideren elegantes y les guste observarlas, como hacen con los cerezos en flor.  No cederé a la tentación de mirarlo en Internet. Hemos de salvaguardarnos de tanto dato crudo o acabaremos por no poder hablar de nada. En nuestro desconocer hay mucha más ciencia de lo que parece. Hay preguntas que no están hechas para ser contestadas. O que una respuesta estropearía. Preguntas como: ¿Adónde irán? Que echamos a volar en la inmensidad azul y que no requieren datos de anilladores o estadísticos. Ni la cifra ingrata y vanidosa que las eche abajo de un disparo.
Nunca he visto una grulla posada en tierra. Las he visto en imágenes, pero nunca en vivo. Conozco de ellas sus gritos desazonados y agrios que las preceden y que nos hacen levantar la vista buscándolas en el cielo cuando emigran. Es un trompeteo desafinado y lleno de incertidumbre. El crispado aviso del que esta haciendo el último esfuerzo. El animal sofocado que teme no poder seguir remando y clama: “¡Esperadme!”. Eso que todos hemos gritado alguna vez de chicos cuando tras la fechoría, escapando en desbandada, los pies no nos iban más deprisa.
En el campo, cuando se trabaja en cuadrilla, todo el mundo se hecha mano al bolsillo al verlas pasar. Se las tiene por propiciadoras de buena suerte. Se dice que el dinero que uno tenga encima en ese momento lo conservará el resto del año. No se puede pedir más. Ir gastando a placer y que la mano siempre encuentre la moneda del paso de las grullas en el fondo de la faldriquera.
De las pocas cosas que recuerdan al mar en estos páramos del interior son las grullas. El graznido. El vuelo tan abierto. Y la enorme profundidad que adquiere el cielo cuando ellas lo surcan.
De estas grullas que he visto esta mañana luminosa apenas podría contar nada ningún manual de zoología. No son grullas solamente. Son unas grullas que pasaban. Su lección la van dejando escrita en un sólo renglón sin tachaduras. Una línea viva inimitable que se va escribiendo sola entre aleteos.

2 comentarios:

  1. "Todo eso estaba aquí,
    más no quien lo mirase"

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  2. Gran oficio ese de mirar. ¡Quién lo tuviera! Y siempre así de bien pagado. Con unas palabras tan amables.
    Mil gracias, ni una menos.

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