Este verano, estábamos reunidos en el patio de R. hablando
de las tremendas y avasalladoras invitaciones de boda que S. y M. venían
sufriendo últimamente por parte de sus amigos, unas invitaciones que
alevosamente incluían un número de cuenta bancaria para que la amistad se
reflejase de la manera más pura, a través del dinero, y no con regalos
sentimentales, siempre un poco sucios, o ladinos, o torpes, u horteras, o vaya
usted a saber, impregnados en todo caso por la personalidad del donante, al que
no podrían quitarse de encima por unos cuantos años, ya fuese por su presencia en
forma de juego de café o de robot de cocina. El dinero mondo y lirondo borra el
rastro de la pretensión ajena de colarse en el hogar o en el recuerdo de la
nueva pareja, algo que no conjuga muy bien con el hecho de ser invitado como
"amigo", pero que, cuando uno ha decidido contraer matrimonio, la asunción de
estas contradicciones es algo irrelevante si se compara con la pura
contradicción que significa el mismo hecho de casarse.
Devanábamos, pues, este asunto tan sugerente, inventando
excusas un poco truculentas para poder sortear estas acechantes invitaciones,
cuando a S., debido a que uno de sus amigos se casaba en Salamanca, el año que
viene, el mismo día en que aquí se celebran las Fiestas Patronales, se le
ocurrió que la mejor manera de librarse de esa boda era casarse él, el mismo
día, pero en nuestro pueblo, de manera que sus invitados pudiesen gozar de
todas las actividades festivas organizadas por el Ayuntamiento como si formasen
parte del convite nupcial. Era una idea magnifica. Nos imaginamos la cara de
los invitados al recibir la tarjeta con el listado de actividades repartidas a
lo largo de cinco días: cucaña matinal, limonada con patatas fritas, misses
juveniles e infantiles, desfile de
carrozas, dos corridas de toros, cuatro verbenas infinitas, charanga
inacabable, tómbolas, churros, tiro al plato, pasacalles con la banda de
música, concurso de ajedrez, carreras infantiles, pólvora, paella pública,
encierros, payasos infantiles y una bien merecida traca final. Ni las famosas
bodas de Camacho el Rico que se cuentan en el Quijote, y con la ventaja de que
estas no costarían un céntimo, y además, puesto que se aprovechaban unos recursos
lanzados a la deriva por el Ayuntamiento, como el que se sirve de la fuerza motriz del agua de un rio o recicla unas basuras, sería la primera boda del mundo
que podría recibir el titulo de “sostenible”, con lo que no estaría demás
solicitar alguna subvención para ella. La idea era deslumbrante y, a medida que
la risa se nos fue metiendo en los huesos, la fuimos perfeccionando. Del sinfín
de escenas berlanguinas que podrían producirse, estaba la de los novios
desfilando en una carroza, encima de una enorme tarta de cartón piedra, haciendo
equilibrios y esquivando los cables del tendido eléctrico, sin dejar por ello
de lanzar caramelos, o también la de los
novios marchando en la solemne procesión, entre la Banda y el Cristo, seguidos
por su eufórica, barruntona y un poco trastabillada comitiva entonando vivas y
sembrando las calles de arroz. En fin, esta comitiva siguiendo a los novios, (vestidos
de novios todo el rato de los pies a la cabeza), sería el delirio por do quiera
que fuese, bien llegando a la churrería y pidiendo churros y chocolate todos a
la vez, o bien corriendo delante de las vaquillas (......ese velo de la novia
flotando en el aire encelando al ganado vacuno y la comitiva huyendo espantada de los cuernos, sin entender la causa de la fiebre persecutoria de aquellas terneras.....) . Dan ganas de ponerse a rodar
mañana mismo una película con todo este material.
Agotada la exploración del proyecto, como se hace en todos
los equipos de diseño, tuvimos que regresar al principio de nuestra historia
para ir atando cabos, “cerrar temas o flecos”, creo que lo llaman los
especialistas. Lo primero y principal era concretar el formato de la tarjeta de
invitación, se podía decir que también era lo único pues todo lo demás nos lo
daban hecho. Aquí ofrecí yo mi abnegada colaboración, que fue aceptada por S. y M. con abnegado entusiasmo. Para
tranquilizarles les expliqué mi idea. Si queríamos solicitar una subvención por
“sostenibles”, cosa que yo veía “viable”, debíamos llevar el aprovechamiento de
recursos hasta las últimas consecuencias, para ello debíamos utilizar el
Programa de Fiestas que publica el propio Ayuntamiento como tarjeta de
invitación, para lo cual bastaría con arrancar las dos o tres primeras hojas,
donde figuran las parrafadas propagandísticas del alcalde y algún concejal,
llenas de lloriqueos y zalamerías, así como un genuino retrato de la
Corporación Local al completo: una espantable Hidra de diez o doce cabezas
capaz de cortar el resuello al mismísimo Hércules… Había que arrojar, decía,
esas hojas a la basura y elaborar una nueva portada. La nueva portada debería
ser sencilla, pues el resto del programa era de suyo bastante colorista y
chirriante. La compondrían un dibujo que yo mismo haría y un texto muy escueto.
En el dibujo saldrían ellos dos trepando a la cucaña. Y en el texto:
Se contraen.
Y se complacen en invitarles a este acto de orden físico y
espiritual que tendrá lugar.. etc, etc…..
Creo que les gusto mucho la idea, si hemos de medirlo por el número
de carcajadas. Aunque yo creo que acabarán yendo a Salamanca.
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