jueves, 25 de octubre de 2012

Contrayentes.

Este verano, estábamos reunidos en el patio de R. hablando de las tremendas y avasalladoras invitaciones de boda que S. y M. venían sufriendo últimamente por parte de sus amigos, unas invitaciones que alevosamente incluían un número de cuenta bancaria para que la amistad se reflejase de la manera más pura, a través del dinero, y no con regalos sentimentales, siempre un poco sucios, o ladinos, o torpes, u horteras, o vaya usted a saber, impregnados en todo caso por la personalidad del donante, al que no podrían quitarse de encima por unos cuantos años, ya fuese por su presencia en forma de juego de café o de robot de cocina. El dinero mondo y lirondo borra el rastro de la pretensión ajena de colarse en el hogar o en el recuerdo de la nueva pareja, algo que no conjuga muy bien con el hecho de ser invitado como "amigo", pero que, cuando uno ha decidido contraer matrimonio, la asunción de estas contradicciones es algo irrelevante si se compara con la pura contradicción que significa el mismo hecho de casarse.
Devanábamos, pues, este asunto tan sugerente, inventando excusas un poco truculentas para poder sortear estas acechantes invitaciones, cuando a S., debido a que uno de sus amigos se casaba en Salamanca, el año que viene, el mismo día en que aquí se celebran las Fiestas Patronales, se le ocurrió que la mejor manera de librarse de esa boda era casarse él, el mismo día, pero en nuestro pueblo, de manera que sus invitados pudiesen gozar de todas las actividades festivas organizadas por el Ayuntamiento como si formasen parte del convite nupcial. Era una idea magnifica. Nos imaginamos la cara de los invitados al recibir la tarjeta con el listado de actividades repartidas a lo largo de cinco días: cucaña matinal, limonada con patatas fritas, misses juveniles e infantiles,  desfile de carrozas, dos corridas de toros, cuatro verbenas infinitas, charanga inacabable, tómbolas, churros, tiro al plato, pasacalles con la banda de música, concurso de ajedrez, carreras infantiles, pólvora, paella pública, encierros, payasos infantiles y una bien merecida traca final. Ni las famosas bodas de Camacho el Rico que se cuentan en el Quijote, y con la ventaja de que estas no costarían un céntimo, y además, puesto que se aprovechaban unos recursos lanzados a la deriva por el Ayuntamiento, como el que se sirve de la fuerza motriz del agua de un rio o recicla unas basuras, sería la primera boda del mundo que podría recibir el titulo de “sostenible”, con lo que no estaría demás solicitar alguna subvención para ella. La idea era deslumbrante y, a medida que la risa se nos fue metiendo en los huesos, la fuimos perfeccionando. Del sinfín de escenas berlanguinas que podrían producirse, estaba la de los novios desfilando en una carroza, encima de una enorme tarta de cartón piedra, haciendo equilibrios y esquivando los cables del tendido eléctrico, sin dejar por ello de  lanzar caramelos, o también la de los novios marchando en la solemne procesión, entre la Banda y el Cristo, seguidos por su eufórica, barruntona y un poco trastabillada comitiva entonando vivas y sembrando las calles de arroz. En fin, esta comitiva siguiendo a los novios, (vestidos de novios todo el rato de los pies a la cabeza), sería el delirio por do quiera que fuese, bien llegando a la churrería y pidiendo churros y chocolate todos a la vez, o bien corriendo delante de las vaquillas (......ese velo de la novia flotando en el aire encelando al ganado vacuno y la comitiva huyendo espantada de los cuernos, sin entender la causa de la fiebre persecutoria de aquellas terneras.....) . Dan ganas de ponerse a rodar mañana mismo una película con todo este material.
Agotada la exploración del proyecto, como se hace en todos los equipos de diseño, tuvimos que regresar al principio de nuestra historia para ir atando cabos, “cerrar temas o flecos”, creo que lo llaman los especialistas. Lo primero y principal era concretar el formato de la tarjeta de invitación, se podía decir que también era lo único pues todo lo demás nos lo daban hecho. Aquí ofrecí yo mi abnegada colaboración, que fue aceptada  por S. y M. con abnegado entusiasmo. Para tranquilizarles les expliqué mi idea. Si queríamos solicitar una subvención por “sostenibles”, cosa que yo veía “viable”, debíamos llevar el aprovechamiento de recursos hasta las últimas consecuencias, para ello debíamos utilizar el Programa de Fiestas que publica el propio Ayuntamiento como tarjeta de invitación, para lo cual bastaría con arrancar las dos o tres primeras hojas, donde figuran las parrafadas propagandísticas del alcalde y algún concejal, llenas de lloriqueos y zalamerías, así como un genuino retrato de la Corporación Local al completo: una espantable Hidra de diez o doce cabezas capaz de cortar el resuello al mismísimo Hércules… Había que arrojar, decía, esas hojas a la basura y elaborar una nueva portada. La nueva portada debería ser sencilla, pues el resto del programa era de suyo bastante colorista y chirriante. La compondrían un dibujo que yo mismo haría y un texto muy escueto. En el dibujo saldrían ellos dos trepando a la cucaña. Y en el texto:

                                                               S.  y  M.
                                                           Se contraen.
Y se complacen en invitarles a este acto de orden físico y espiritual que tendrá lugar.. etc, etc…..

Creo que les gusto mucho la idea, si hemos de medirlo por el número de carcajadas. Aunque yo creo que acabarán yendo a Salamanca.


El dibujo sería más o menos como se ve aquí, pero bien delineado.
Había pensado ponerle un título cualquiera, "cucaña matrimonial"
o algo parecido, pero desde que vi surgir la imagen en el papel me
 encabezoné con que debería llamarse "conejos" y no he sabido qui-
tarme la idea. Hubiera podido ser peor si lo hubiera puesto entre
admiraciones.
 



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