martes, 3 de abril de 2012

Biodegradables.

Ha sido la casualidad y también el vicio compulsivo con el que se me abren las ganas de leer cuando estoy sentado en el inodoro; y también, por qué no decirlo, la urgencia que me ha impedido agenciarme alguna otra lectura a la hora de entrar en el cuarto de baño, la que me ha hecho reparar en la recomendación que figuraba escrita en el canuto de cartón en que viene enrollado el papel higiénico.

Soy especialmente sensible a esta clase de mensajes en los que las cosas, los objetos o seres inanimados adoptan una identidad y hablan en primera persona. Lo que no sabré explicar es por qué, al instante, he captado el hondo sentido que llevaba implícito ese mensaje, hasta el punto de llegar a pensar que si hoy tuviera que escribir un poema de amor, lo haría utilizando ese único verso revelador y magnífico, repitiéndolo una vez tras otra en los mismos seis idiomas en que viene estampado en el tubo de cartón. Así vendría a quedar la cosa:

Puedes tirarme al inodoro, amor mio, 100% garantizado.
Podes deitar-me na sanita, 100% garantido.
You can flush me down the toilet, 100% guaranteed.
Vous pouvez me jeter dans les toillettes,100% garanti.
Je kan mij het toilet werpen, 100% gegarandeerd.
Mi puoi gettare, amore, nel water, 100% garantito.

¿A qué mujer en el mundo, por adiestrada que estuviese en las doctrinas preventivas, de raiz feminista, que corren últimamente por esta parte de occidente, no le temblaría la mano a la hora de tirar de la cadena ante una declaración de amor tan acabada, y biodegradable, como esa?

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