Cuatro de Agosto. Domingo. M. y R. fueron ayer a Talavera. También
iba E. pero en estado de piloto de pruebas, que es como un denso nirvana. M.
iba viendo en la cara de R., su madre, un gesto que no acababa de saber
interpretar. Viajaban en un coche que M. acababa de comprarse. El viaje por
tanto era una especie de desfloración. El coche no era cualquier cosa, era un
Audi alta gama, un autentico huracán con ruedas. El segundo de esa marca que
llega a las orillas de R. por conducto filial, terrible conducto por el que puede entrar lo inimaginable. A mitad del viaje M. quiso que R. le tradujese el significado de aquel
gesto. Entonces R., para poder enderezar el cuello que lo tenía tronchado desde
que vio el espectacular maquinón aparcado en su puerta, escupió el hueso del atraganto y se
quedó tan ancha: “Pretencioso”, dijo, con una facilidad de palabra que a M. la
sentó muy mal.
Cuando lo contaban anoche debajo del alpende de la casilla
de la huerta, a pesar de que la luz de la bombilla era muy mansa, y la carne en las ascuas inundaba el aire de los arenosos riscales de Navajata de olor a civilización, todavía se
notaba el resentimiento.
Es un coche como los que llevan los jugadores del Madrid a
los entrenamientos. S., el copropietario, que le dio una vuelta por el pueblo, decía que la gente
saludaba al coche con efusión, y que de haber tenido puesto él un brillante en
la oreja hubiera firmado algún autógrafo, por lo que pensaba birlarle a su
abuela un colgajo de la lámpara de cristal para sentirse estrella balompédica.
Yo hice la felicitación de rigor, sólo que al estilo cañí: “Que
lo disfrutes con salud y te mueras de otra cosa”. Y, sin decirlo, para no
desequilibrar los frentes, me pareció que “pretencioso” era un nombre que lo
mismo que era bonito para un toro o un caballo también le quedaba bien a un
coche. Y que a M., que es tan taurófila, una vez que se la olviden las
concordancias, le acabará gustando pensar que “Pretencioso” espera en el
aparcamiento para que le claven la espuela.
Hay que felicitarse, además, por la evolución nominadora de
R., que necesitó una frase entera (y hubo que buscarla) para expresar su estado
de animo con el primer Audi, aquello de “peer en botija para que retumbe”, y ya para este segundo le ha bastado con una precisa y única puñalada.
En cualquier barrio modesto de Madrid, se dijo en nuestra
agradable reunión, dos Audis aparcados en la misma puerta, si no hay eximente
de alto cargo público, dan motivo para que la policía haga una redada, por lo propensa que es a esta motorización la gente del hampa. Aun siendo
nuestros usos pueblerinos algo mas leves, R. ya sabe que la puerta de su casa podría correr peligro. Esperemos
que antes de disparar pregunten.
No hay comentarios:
Publicar un comentario