16 de Julio. Martes. No sé la causa exacta por la que he
decidido visitar el piso de abajo, si la necesidad de tomar un refrigerio, la
de experimentar la agradable diferencia de temperatura entre el piso de arriba
y el de abajo, unos cuatro o cinco grados, o la atracción inconsciente que
ejercen sobre mí los suelos recién fregados y todavía húmedos. R. no tiene
ninguna duda sobre esto. Apenas me ha visto asomar por la puerta del comedor ha
dicho:
--¡Ya estás aquí! ¡Lo sabía! ¡El “efecto llamada”! Lo tengo
comprobadísimo, en cuanto paso el suelo acudís a pisarlo.
--Seguramente será el friegasuelos --he dicho yo-. Le
habrán incorporado algún atrayente. Los vendedores de química utilizan estas
mañas. Estoy harto de oírselo decir a ...
En mitad de la frase me ha interrumpido:
--Debe de ser muy efectivo, porque no me da tiempo a soltar
la fregona y ya estáis enzollando.
(Enzollar es palabra autóctona que no recoge el diccionario. Significa
ensuciar, pero atribuyendo al que ensucia un plus de intencionalidad y de
gorrinería. La palabra zulla, que sí viene en el diccionario, significa
excremento humano. De ahí vendría enzullar, etc…).
Iba a decirle que hay una opinión casi unánime entre los
agricultores con los que trato de que los plaguicidas al tiempo que matan un
bicho atraen otro diferente al cultivo, (algunos aviesamente aseguran que la semilla de
esos otros bichos va incluida en el plaguicida) que vendría a ser la misma treta
empleada por los fabricantes del friegasuelos, todo ello para que las industrias no paren
de fabricar y de vender y la rueda no deje de dar vueltas a costa de los
incautos. Pero no lo he dicho.
He mirado la fregona que estaba allí presente, apoyada
contra el canto de la mesa, recién abandonada, y me he dirigido al cuarto de
baño, fingiendo que tenía alguna necesidad perentoria, e imaginando qué clase
de atrayentes podrían utilizarse. Quizá,
precisamente, alguno que nos hiciese recordar la existencia del retrete. He
entrado luego en la cocina. Me ha extrañado que R. no viniese detrás de mí
haciendo desaparecer las huellas en un rápido zigzag con la fregona, cosa que
le he visto hacer otras veces y que resulta espeluznante. Esa eliminación de
rastros instantánea da la dimensión exacta de cuan exigua será nuestra
pervivencia. Se ha quedado repantigada en el sillón de orejas con un pie en lo
alto de una silla.
Mientras yo extraía los cubitos para el café frío, la he
oído decir:
--Estaba aquí esperando a que se secase el suelo y… me he
puesto a ver esto de Ancha es Castilla-La Mancha… es un programa que te deja sin fuerzas.
La televisión desprendía un autentico estrépito, el presentador-agitador
entrevistaba a un ritmo endiablado a un participante que hablaba entre sonidos
de guitarras y bandurrias, si el participante se atascaba en alguna respuesta,
el entrevistador. que sabía aproximadamente lo que tenía que responder, le
ayudaba. Cuando he cruzado por delante de la pantalla han cortado para la
publicidad.
Ha aparecido la cortinilla de la emisora cuyo lema es: “Castilla-La
Mancha engancha”.
--Ves, mira, –ha dicho R. – ves esto y no sabes cómo
reaccionar.
Tenía razón R. uno se sentía completamente estúpido, era como
si aquel mensaje ripioso tuviese un fuerte poder contaminante. Por aligerar un
poco la atmosfera he dicho:
--Como a la televisión de Extremadura le dé por hacer rimas
de esta clase le van a salir unos programas curiosos.
–Jíííí —Ha dicho R. dando
una especie de jipido.
En nuestra televisión ha aparecido Iniesta, el futbolista,
promocionando unos bífidus activos, pero lo hacía expresa y puntualmente para
los castellano-manchegos, la empresa, una multinacional del sector, decía
concretamente que la digestión de los castellano-manchegos se vería muy
favorecida por aquel producto. Al nombrar a los castellano-manchegos daba la
impresión de que nuestro aparato digestivo fuese diferente al del resto de la
humanidad, que nuestras capacidades para
beneficiarnos de ese producto fuesen mayores, y que la empresa trabajaba secretamente por nuestra salud, quedando
convertidos el resto en consumidores de segunda clase.
Mientras Iniesta nos ayudaba a reconocernos diferentes a
través del Bífidus, podía verse en un recuadro o ventana de la pantalla al
conjunto de las bandurrias; aunque, al no oírseles y estar en pleno desgañite,
el aspecto de orates demudados que trasmitían era muy notable.
--Es tan ridículo. –Ha dicho R.
Y no había acabado de decirlo, cuando ha saltado a la
pantalla el anuncio patrocinador del programa Ancha es Castilla-La Mancha, se
trataba de “X”, el Quitamanchas.
--¡Esto si que es rizar el rizo! –Ha dicho R. totalmente
abducida.
Yo he regresado a mi habitación, cuatro grados por encima,
por temor a ser irradiado.
Me he ido diciendo:
--Luego no te quejes si no te salen los sudokus.
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