Copia literal. Uno de Agosto de 2012. A las doce y cuarenta.
Yo, dentro del cuarto de baño, muerto de envidia por la presencia de ánimo o desinhibición mostrada por él
para hacer frente a un relato tan brioso. Él, hablando desde fuera, sin necesidad
de un solo vocablo de apoyo:
--Papá, una cosa te
digo, te quiero preguntar, vamos. Los perros no tienen conocimiento. ¿No? Porque,
si no, yo a este perro no le entiendo. Íbamos por la carretera, cuando había allí
en medio un gato espachurrado. Vamos, que le habría aplastado un coche, un camión
o lo que fuera. Y el perro se ha lanzado como un loco a comérselo. Y ha cogido
con los dientes nada menos que los intestinos....
¡Los intestinos!.... No aguanto yo verme mis propios intestinos…Le he tirado de la
cuerda y le he dado una patada en el hocico para que los soltase, pero creo que
ha debido de tragarse un poco de sangre…No entiendo a este perro. No come su
comida y quiere comerse un gato muerto.
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