(2/agosto/2014). Paso todos los días por delante y miro ese
dibujo en el suelo que es el contorno, trazado con líneas blancas y pintura persistente,
de una paloma. Está ahí pintada desde el día del Corpus, como queriendo echar a volar pero sin lograrlo. Sirvió de guía para
hacer esa figura en la alfombra de serrín coloreado que hacen para esta celebración.
Ahora parece tan sólo que los forenses tuvieron tendido ahí
un cadáver.
Hay un gran número de cuestiones insustanciales de este tipo que me dejan perplejo. Y, cuando me ocurre, no hago más que darle vueltas al asunto.
Las gentes
de Iglesia son unos grandes especialistas en todo lo referente a símbolos. La propia Iglesia se sustenta en símbolos, liturgias, representaciones
trascendentes, parábolas. El pan es el cuerpo de Cristo. El vino: la sangre de
Cristo, etc… La hinchazón simbólica de la Iglesia es muy patente. Y es uno de los aspectos que la Sacra Institución cuida con más esmero. No hay más que ver
los gritos que pone en el cielo ante la menor falta de respeto
o el más leve gesto de desacato a las imágenes y representaciones de sus
santos. Y me parece lógico que lo haga. Siempre que sean sólo gritos y no vaya por ahí acogotando o degollando como usa la hueste musulmana.
Lo que extraña es la apatía y el relajo con que han afrontado este asunto.
Esa paloma no significaría nada como paloma. Aquí tenemos
palomas para aburrir. Nos sobran las palomas y lo mismo daría una más o menos. Pero, o yo
me confundo, o esa paloma representó en su día al Espíritu Santo, y quizá no sea manera de tenerlo ahí expuesto, aunque sea en efigie, abandonado a su suerte y sometido a las distraídas e involuntarias vejaciones de todo el que pasa, como si el Espíritu Santo en vez de haber ocupado ese lugar del pavimento con el expreso propósito religioso de enfervorizar a los orantes y realzar el paso de la Custodia, (y también estimular al séquito de reporteros, que ya son mayoría en estas celebraciones) hubiese quedado allí tirado en el suelo lo mismo que la pieza abatida en una cacería que no hubiera sabido encontrar el perro.
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