domingo, 7 de septiembre de 2014

Descarriado y descarrilado.

Leo unas cuantas notas sueltas de estos cuadernos a R.. Le parecen bien.
–Las pondría en el blog. Pero la pantalla me pone tonto y empiezo a ir con pies de plomo hasta que me paro. Aunque esto, según está, valdría.
–Ya lo creo que valdría.
–Bastaría con no hacer mucha selección. Poner y poner notas, como si se tratase de un gran borrador. Contarlo todo sin discriminar. Todo lo que se pueda, claro. Lo que nos entre por los ojos. Con sentido o sin él. Sin buscarle sentido. Observaciones  primarias, secas. Muchas veces estoy tentado de hacer esto con estas notas. Dejar que se desborden y me desborden. No sé por qué no lo hago.
R., con una antena sigue mi discurso, y con la otra al tábano terrizo, moscón, avispón, o lo que sea, que la pica, y al que es alérgica. Sin quitarle ojo al moscón, finalmente dice:
–No lo haces porque eres una oveja descarrilada.
–¿Descarrilada?
Se ríe.
–Ahora mismo lo anotó.
–¡Ay que lapsus, Dios mío!
–Ves a lo que me refiero. Esto debería convertirse en un apunte que dijese simplemente: "Era oveja descarriada, hasta que descarrilé". O cualquier otra de las infinitas posibilidades que tendría una frase como esa.
–Es buenísimo lo de oveja descarrilada, no me digas.
–Ya lo creo.
Hemos estado un buen rato riendo de este descarrilamiento.
                                                               *****                                                          
Dice Ferlosio, glosando a Piaget, que a los niños de poca edad si se les pregunta: "¿con qué se piensa?", contestan casi siempre: “con la boca”. Y añade, tras analizarlo, un curioso detalle, que el sonido “mmm” es el único posible para representar o expresar con justeza la acción de pensar. Yo iba a agregar que de mayores también pensamos con la boca, como se ve por estos lapsus. Pero es mejor decir que en los lapsus es la boca la que piensa por nosotros, que no es exactamente lo mismo aunque lo parezca.

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