Un A. indignado viene soltando resoplidos e invectivas del
Instituto porque le han suspendido en gimnasia. La sobreactuación seguro que
encubre alguna otra avería. Yo no sé muy bien cómo se evalúa ahora, y creo
además que me conviene no saberlo para mantener la cordura. Por lo que
entresaco del furibundo alegato que A. realiza delante de su madre, la
asignatura se califica en función de tres constantes: Los trabajos que mandan
para casa, la gimnasia propiamente dicha, y la "participación". Según declara A.,
y teniendo muy presente que es una confesión de parte, él ha aprobado los
trabajos porque los ha llevado hechos, y la gimnasia porque ha superado las
pruebas, pero le han suspendido en “participación”. Todo esto podría ser sólo
una escusa, por tanto no me interesa en absoluto tratar este caso particular,
sino el caso hipotético de que se hubieran dado estas condiciones en un alumno
cualquiera.
Confieso que la palabra participación tiene para mí una
significación confusa cuando se presenta como una materia evaluable.
Sé que una de las últimas actividades realizadas en esa
clase ha sido una competición de carreras de sacos. Lo sé porque recibí por
parte de A. un insistente acoso para que le proporcionase el material escolar
que necesitaba para la prueba. Lo que no pude hacer, puesto que los sacos que
yo tenía eran demasiado pequeños, y eso debido, dicho sea de paso, a una
ordenanza europea humanizadora de la carga y descarga que obliga o al menos
aconseja que los sacos no sobrepasen los cuarenta kilos de peso por unidad, sin
tener en cuenta los posibles usos escolares que pueda darse a estos envases.
Respecto a esta prueba en concreto, y dando por hecho que el
alumno no se negase a hacerla, lo que supondría suspenderlo también en la
sección gimnástica de la asignatura, ¿cómo podría obtenerse una buena nota en
participación? ¿Poniéndose el primero en la línea de salida? ¿Corriendo con más
euforia que los otros? ¿Dando más vueltas de las solicitadas? ¿Animando a los
compañeros? ¿Rescatándolos de sus caídas?
¿La participación estaría relacionada con la voluntad del individuo por hacer
algo más de lo que se le exige como meramente obligatorio, un obrar a favor de
la asignatura con entusiasmo, una adhesión a las propuestas del profesor, un
sentirse penetrado por el espíritu de grupo?
Francamente, creo que los profesionales de la enseñanza lo
tienen bastante difícil cuando han de evaluar conceptos tan huidizos. Quizá
esto de la participación quiera sólo indicar el interés que los alumnos se
toman por la materia, y como en este mundillo de la enseñanza son unos
especialistas en el eufemismo (al recreo le llaman segmento de ocio) la palabra
interés haya sido substituida por la de participación, que es una palabra con
resonancias solidarias y no como la de interés que atufa a individualismo. El
“interés” por la materia sería más fácilmente evaluable, puesto que bastaría
con ir quitando nota según el número de bostezos, o alguna otra señal de tedio
más o menos parecida.
Antes de desentenderme del asunto por completo, he querido
saber qué había que hacer en este caso para aprobar la asignatura, y me han
contestado que “recuperar” la parte suspendida, es decir la participación.
Oído lo cual me he quedado estupefacto mirando el plato de
lentejas que estaba comiendo y para no dar argumentos victimistas al sector
adolescente de la casa, tan proclive a la auto conmiseración, (paso previo a
todo proceso incendiario, o revolucionario si ustedes lo prefieren) he mascado
la pregunta para mis adentros: ¿Y cómo examinan de “participación” si el
resto de la asignatura esta aprobada, dicho de otra manera, cuando no hay nada
en lo que participar?
Los enseñantes han de hacer frente a unos embolados
considerables. Cuando mi hija I. tenía siete años, en un informe trimestral que
acompañaba a sus notas, la maestra señalaba que uno de los progresos realizados
por la niña era que “ya sabía que Dios era el creador de todas las cosas”.
Hubiera preferido, francamente, que no hubiera sabido tanto. Quedé tan
impresionado que le envié una nota a la maestra felicitándola por su capacidad
para impartir tales conocimientos y, para que la felicitación no fuese tan
seca, añadí: “Había oído hablar de la dureza de las oposiciones a Juez, a
Notario y a Registrador de la Propiedad, pero si se requiere de ustedes esta
inédita capacidad pedagógica, creo que sus oposiciones no tienen parangón.
Deberían estar mejor pagados. Como mínimo al nivel de los Jueces, que algo
saben también de atribuciones divinas. Siga con su labor. Un saludo”. (Es copia
literal).
Sigo pensando lo mismo. Los maestros deberían ganar más. Enseñan
y evalúan cosas dificilísimas.
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