viernes, 5 de abril de 2013

Gimnasia y magnesia.


Un A. indignado viene soltando resoplidos e invectivas del Instituto porque le han suspendido en gimnasia. La sobreactuación seguro que encubre alguna otra avería. Yo no sé muy bien cómo se evalúa ahora, y creo además que me conviene no saberlo para mantener la cordura. Por lo que entresaco del furibundo alegato que A. realiza delante de su madre, la asignatura se califica en función de tres constantes: Los trabajos que mandan para casa, la gimnasia propiamente dicha, y la "participación". Según declara A., y teniendo muy presente que es una confesión de parte, él ha aprobado los trabajos porque los ha llevado hechos, y la gimnasia porque ha superado las pruebas, pero le han suspendido en “participación”. Todo esto podría ser sólo una escusa, por tanto no me interesa en absoluto tratar este caso particular, sino el caso hipotético de que se hubieran dado estas condiciones en un alumno cualquiera.
Confieso que la palabra participación tiene para mí una significación confusa cuando se presenta como una materia evaluable.
Sé que una de las últimas actividades realizadas en esa clase ha sido una competición de carreras de sacos. Lo sé porque recibí por parte de A. un insistente acoso para que le proporcionase el material escolar que necesitaba para la prueba. Lo que no pude hacer, puesto que los sacos que yo tenía eran demasiado pequeños, y eso debido, dicho sea de paso, a una ordenanza europea humanizadora de la carga y descarga que obliga o al menos aconseja que los sacos no sobrepasen los cuarenta kilos de peso por unidad, sin tener en cuenta los posibles usos escolares que pueda darse a estos envases.
Respecto a esta prueba en concreto, y dando por hecho que el alumno no se negase a hacerla, lo que supondría suspenderlo también en la sección gimnástica de la asignatura, ¿cómo podría obtenerse una buena nota en participación? ¿Poniéndose el primero en la línea de salida? ¿Corriendo con más euforia que los otros? ¿Dando más vueltas de las solicitadas? ¿Animando a los compañeros? ¿Rescatándolos de  sus caídas? ¿La participación estaría relacionada con la voluntad del individuo por hacer algo más de lo que se le exige como meramente obligatorio, un obrar a favor de la asignatura con entusiasmo, una adhesión a las propuestas del profesor, un sentirse penetrado por el espíritu de grupo?
Francamente, creo que los profesionales de la enseñanza lo tienen bastante difícil cuando han de evaluar conceptos tan huidizos. Quizá esto de la participación quiera sólo indicar el interés que los alumnos se toman por la materia, y como en este mundillo de la enseñanza son unos especialistas en el eufemismo (al recreo le llaman segmento de ocio) la palabra interés haya sido substituida por la de participación, que es una palabra con resonancias solidarias y no como la de interés que atufa a individualismo. El “interés” por la materia sería más fácilmente evaluable, puesto que bastaría con ir quitando nota según el número de bostezos, o alguna otra señal de tedio más o menos parecida.
Antes de desentenderme del asunto por completo, he querido saber qué había que hacer en este caso para aprobar la asignatura, y me han contestado que “recuperar” la parte suspendida, es decir la participación.
Oído lo cual me he quedado estupefacto mirando el plato de lentejas que estaba comiendo y para no dar argumentos victimistas al sector adolescente de la casa, tan proclive a la auto conmiseración, (paso previo a todo proceso incendiario, o revolucionario si ustedes lo prefieren) he mascado la pregunta para mis adentros: ¿Y cómo examinan de “participación” si el resto de la asignatura esta aprobada, dicho de otra manera, cuando no hay nada en lo que participar?
Los enseñantes han de hacer frente a unos embolados considerables. Cuando mi hija I. tenía siete años, en un informe trimestral que acompañaba a sus notas, la maestra señalaba que uno de los progresos realizados por la niña era que “ya sabía que Dios era el creador de todas las cosas”. Hubiera preferido, francamente, que no hubiera sabido tanto. Quedé tan impresionado que le envié una nota a la maestra felicitándola por su capacidad para impartir tales conocimientos y, para que la felicitación no fuese tan seca, añadí: “Había oído hablar de la dureza de las oposiciones a Juez, a Notario y a Registrador de la Propiedad, pero si se requiere de ustedes esta inédita capacidad pedagógica, creo que sus oposiciones no tienen parangón. Deberían estar mejor pagados. Como mínimo al nivel de los Jueces, que algo saben también de atribuciones divinas. Siga con su labor. Un saludo”. (Es copia literal).
Sigo pensando lo mismo. Los maestros deberían ganar más. Enseñan y evalúan cosas dificilísimas.

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