martes, 3 de enero de 2012

Buenas voluntades.

La carne de la cena de fin de año estaba dura. Como todos tendemos a ensalzar lo que en estas fechas se pone en la mesa, a los comensales aquella masticación gomosa les facilitaba la tarea del elogio. La boca impelida a abrirse por aquel efecto muelleante animaba a proferir palabras, con objeto de que la molienda fuese más entretenida, de modo que aquella carne tan dura recibió muchos más calificativos venturosos que si hubiera sido tierna y fácil de tragar. Algo que suele ocurrir bastante a menudo con las obras de carácter intelectual.
Un hecho curioso que hay que resaltar, es cómo, a continuación, y de la manera más inocente, es decir, sin que por parte de los comensales hubiese la menor intención de relacionar una cosa con la otra, (y eso que todavía estaban sobre la mesa dos de aquellos pedazos de carne a los que hubiera sido fácil incriminar), ni se advirtiera en ello la más remota sombra de ironía, cada cual fue haciendo referencia a las debilidades de su dentadura, mostrando el propósito de enmendar aquellas deficiencias con la entrada del nuevo año.
 

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