jueves, 2 de octubre de 2014

Evolución a la remanguillé.

Esas hijas tan guapas, tan compuestas, tan explosivas, como venidas de otro mundo, viéndolas pasar por la calle junto a sus tronchadas madres . Incrédulas de que a ellas les vaya a pasar lo mismo. Firmemente convencidas de que ellas serán la primera camada que quedará sin merma, sin evolución, con su apariencia de ahora mismo. Definitivamente así para siempre.
Siempre. Una tras otra, las generaciones, con el modelo a la vista, y repitiendo sin embargo la cara de inmutables, de que de ahí no hay quien las mueva.
¡Y que esta obsesión tan marcada no haya servido para reconducir nuestras células hacia el ansiado estancamiento en la perfección estatuaria, y sí, sin embargo, para incrementar esta yerma fe, esta credulidad empachosa, esta ilusión desnortada que hace que sea tan frecuente ver, a esa edad hecha para la gracia y para la risa, a tanto joven de cara fotocompuesta y entrecejo airado! ¡Inacabable muestrario de maniquís sin pasarela!

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