domingo, 24 de noviembre de 2013

Paradojas.


Mi vecino cazador, que salió de su casa a las siete de la mañana y regresa a las cinco de la tarde diciendo:
– Nada de nada de nada, pero nada. Nada. No he visto nada. Cero.
Mostrando satisfecho su zurrón repleto de ese vacío.
 
                                                          ***** 

Mi cuñada C., sentada a la mesa tras una cena normal, acaso afectada por aquellos cuerpos extraños que habían llegado al interior de su estomago acostumbrado al ayuno nocturno, moviendo la cabeza con vehemencia para los lados como la niña del exorcista y diciendo en un obstinato cada vez más impetuoso:
–Miento, yo miento mucho, miento siempre, miento, miento, miento, miento todo el rato.
Intentando que creyésemos que estaba diciendo la verdad.

(Nota al margen. He tenido que pensar despacio en la frase "miento siempre" para darme cuenta de que  presenta uno de esos infernales contrasentidos de los que es imposible escapar. Si  alguien "miente siempre", miente también cuando está diciendo que "miente siempre" y por tanto sería verdad que "miente siempre", pero si es verdad que "miente siempre" nos esta mintiendo cuando dice que "miente siempre", y por tanto sería verdad.....etc. y así hasta el fin de los tiempos. Por tanto es imposible "mentir siempre" y es imposible, claro está y por muy buena fe que se ponga, creer a nadie que quiera hacernos comulgar con esa paradoja. Advierto ahora, de pasada, la gran facilidad que tiene esta rama femenina de la familia F., las hermanas C. y R., para producir paradojas, si jugasen al ajedrez serían especialistas en ahogarse el rey, siempre que no les estuviese permitido darse jaque mate con sus propias piezas.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario